Buenas noches!!!
Hoy quiero dejaros un cuento, que pocos han leído pero que seguro todo el mundo conoce a sus personajes.
Este cuento trata sobre dos cosas muy importantes que hay que enseñar a los niños. La primera es a no dejarse llevar por los prejuicios, y la segunda no juzgar antes de tiempo.
Todo esto es algo que todos nosotros hemos hecho alguna vez en nuestras vidas, juzgar a las personas o unos hechos por las apariencias o por los tópicos, sin tener en cuenta todas las versiones de la historia y de las personas implicadas.
Cuantas discusiones o peleas podríamos haber evitado si antes de juzgar o discutir hubiéramos esperado a que nos hubieran contado la otra versión de la historia. Por poner un ejemplo y tratándose de niños quien no recuerda siendo pequeño de pelear con tus compañeros de clase o tus amiguitos por el típico "me han dicho que tu as dicho" o el que sacaba buenas notas siempre era "el empollón".
Espero que este cuento os sorprenda igual que me sorprendió a mi, y me hizo reflexionar sobre los errores que cometemos al juzgar antes de tiempo
Me llamo Sean
O'Connor. Soy un lobo irlandés. Os escribo desde la prisión de Soto del Real,
en Madrid, casi habiendo cumplido la totalidad de la pena que me fue impuesta,
injustamente, acusado de intento de asesinato de tres lechoncitos. Y digo
injustamente, porque, por alguna extraña razón, nadie quiso nunca creer mi
versión de los hechos.
Todo empezó una tarde
de invierno en que yo paseaba por los bosques de Asturias recogiendo setas y
tubérculos para la cena. Eran mi comida preferida desde que, hacía un año, me
había trasladado desde los montes irlandeses en busca de climas más amables.
Había comprado un gran terreno con todos mis ahorros y, por fin, vivía como
siempre había soñado. Aquel verano, tres cerditos construyeron sus pequeñas
casas dentro de mis terrenos. No me importó, pues sabía que tendría a quien
acudir cuando necesitara compañía.
Esa tarde, el cielo se
oscureció amenazando tormenta. Decidí volver a casa, cuando observé que un
violento tornado se acercaba peligrosamente hacia las casas de los tres
cerditos. Corrí desesperadamente hacia la primera, que era de paja. Antes de
poder auxiliarlo, la casa se vino abajo y el cerdito corrió a la casa de su
hermano. Yo me dirigí raudo hacia ésta para intentar evitar que cayera, pero
fue inútil, porque estaba levantada con ramas de árbol, y fue inevitablemente
engullida por el tornado. Los dos cerditos corrieron a casa del tercer hermano
para refugiarse. Para entonces, era yo el que huía del tornado. Llamé
desesperadamente a la puerta, porque esta casa estaba construida con ladrillos
y aguantaría perfectamente el vendaval. No me abrieron. Pensé que no me habían
oído, así es que intenté entrar por la chimenea. Me tiré por ella y caí en un
caldero con agua hirviendo que, supongo, habrían olvidado sobre el fuego.
Cuando el tornado
pasó, desperté ya en el hospital penitenciario. Me comunicaron que los cerditos
habían puesto una denuncia por derribar sus casas e intentar comérmelos. En el
juicio, todos creyeron a los cerditos. Creo que su aspecto tierno y rosado
ayudó mucho. Cuando yo dije que recogía verduras para comer, el jurado se rió,
y oí comentarios sobre mis enormes colmillos y sobre la imposibilidad de que un
lobo pudiera ser vegetariano, así como sobre mi aspecto peludo y oscuro y mis
extrañas ropas. Pero digo yo: ¿cómo es posible que alguien pueda creer que
soplando pudiera derribar dos de sus casas e intentarlo con la tercera? ¿Por
qué todos pensaron que un lobo peludo no podía ser propietario de los terrenos?
Lo único que yo quería
era vivir tranquilo en mis tierras, cultivar mis hortalizas, recoger bayas
silvestres y mantener limpio y cuidado el bosque. Ahora estoy enfermo y
encerrado. Cuando acabe la condena, creo que volveré a Irlanda con las manos
vacías y sin ninguna ilusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario